jueves, 31 de octubre de 2013

Historia DE Úbeda

a leyenda dice que Úbeda fue fundada por Tubal, un descendiente de Noé. Tubal me hizo primero Ibero el segundo fue Idubeda es el tercero Bétula soy de los tres. ... Piedra vieja de Ubeda la vieja, en el museo arqueológico Del mítico torreón del Rey Ibiut derivaría el nombre de la ciudad. Si nos restringimos a la arqueología, los primeros asentamientos en Úbeda se remontan a la Edad del Cobre, en el actual Cerro del Alcázar. De hecho, las últimas investigaciones arqueológicas han arrojado seis mil años de antigüedad; Úbeda es la “ciudad más vieja de Europa occidental”. Lo asegura el equipo dirigido por el catedrático Francisco Nocete a la luz de los resultados que han arrojado 35 dataciones de Carbono 14 en el yacimiento de las Eras del Alcázar. Existen restos argáricos, oretanos, visigodos y tardorromanos, en el solar actual donde se asienta. A su vez había con anterioridad un importante oppida ibero de población autóctono, llamado Iltiraka en lengua íbera, y después dependiente de la Colonia romana de Salaria, es conocido como Úbeda la Vieja (ó Ubeda Vethula), estando situado frente a la desembocadura del río Jandulilla en el Guadalquivir. En busca de intercambios llegan a Úbeda los griegos y más tarde los cartagineses con propósitos imperialistas, siendo vencidos por los romanos tras largas guerras. Bajo el imperio romano, a partir de la Batalla de Ilipa en 206 a. C. , la antigua ciudad-estado íbera se romaniza, ya sería conocida como La Betula (Baetula), siendo el centro de numerosa población diseminada. En tiempos de godos, los vándalos destruyeron la región al completo y sus moradores pasaron a concentrarse al sitio que hoy conocemos, llamado de Bétula Nova, por motivos más bien ignorados. La ciudad como entidad con una cierta importancia reaparece con la llegada de los árabes, en particular con Abderramán II, quien la refunda con el nombre de Ubbada o Ubbadat Al-Arab (Úbeda "de los árabes"), con la intención de controlar desde aquí a los revueltos mozárabes de Baeza. En el siglo XI es objeto de disputa entre los reinos de taifa de Almería, Granada, Toledo y Sevilla, hasta su conquista por los almorávides. Como ciudad musulmana, se rodeó de más murallas defensivas y se convirtió en una de las ciudades de mayor importancia de Al- Andalus, debido a su artesanía y comercio. Así llegó a convertirse en un rico e importante bastión que poseer. Tierra de frontera Durante el año 1091 el rey de Toledo, Al-Amún, lucha contra la rebelión interna de los moros andalusíes siendo Úbeda rendida por la fuerza a manos de Alfonso VI. A partir del siglo XII los reyes castellanos aumentan progresivamente la presión sobre el Alto Guadalquivir y Úbeda sólo es mencionada en las fuentes escritas como escenario de episodios bélicos, por ejemplo cuando la región fue objeto de los ataques de Alfonso VII de León, primero en 1137 y posteriormente en 1147, momento en el que se apoderó de Úbeda, Baeza y Almería. Durante diez años la ciudad permaneció en manos de los castellanos, hasta que la contraofensiva almohade les obligó a retirarse en 1157. Reconquistada y devastada por Alfonso VIII tras la batalla de las Navas de Tolosa, o Batalla de Úbeda, es perdida al poco tiempo. Entretanto la ciudad es saqueada y arrasada en varias ocasiones más, siendo definitivamente su población masacrada por los cruzados en la batalla de 1212. En el año 1233, Úbeda es definitivamente conquistada por Fernando III de Castilla tras largo asedio, convirtiéndose en ciudad realenga y titular de un arciprestazgo: «...Fernando III desde Toledo se dirigió con su ejército contra Úbeda, ciudad que por la situación entre Muhammad ibn Hûd y Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr ibn al-Ahmar no recibía socorro. Puso sitio a la misma el 6 de enero de 1233. Cuando los defensores de la ciudad se convencieron de que no tenían posibilidad de abastecimiento ni ayuda; capitularon, saliendo salva su población con los bienes que pudieron llevar, bajo protección cristiana hasta la ciudad musulmana a que quisiesen ir...» Un hecho destacable es que la toma de Úbeda se realizó mediante capitulación, evitando una nueva matanza y posibilitando la coexistencia de distintas etnias que formaban una población de varias culturas (árabe, judía y cristiana). Durante más de dos siglos la ciudad participa activamente en la lucha contra los musulmanes, gozando de amplia autonomía en su gobierno local, regido por el Concejo apoyado por la veinticuatría. Factor decisivo en este período es su importante valor geoestratégico. Durante casi tres siglos fue población fronteriza, primero de avanzada y luego muy cercana a la frontera entre los reinos de Granada y Castilla. Este hecho determina que los sucesivos reyes castellanos le otorguen numerosos privilegios y concesiones, como el Fuero de Cuenca, para favorecer la fijación de una población, formada por castellanos y navarro-aragoneses, que permanezca frente a circunstancias de vida adversas propias de una zona fronteriza. Así llegó a ser una de las 4 "ciudades mayores de la reconquista de el Andalucía". Episodios como el de 1368, en el que la ciudad es asolada con motivo de la guerra civil entre Pedro I de Castilla y Enrique II de Trastámara, y el posterior saqueo de Pero Gil y los ejércitos de Mohamed V de Granada avivó la rivalidad entre los bandos locales, Traperas contra Arandas primero, luego Cuevas Contra Molinas, tiñen de sangre su historia hasta las postrimerías del siglo XV. De hecho dieron lugar a que, a semejanza de lo ocurrido en Baeza, las murallas y torres del Alcázar fuesen demolidas en 1506 por orden real, a fin de poner paz entre dichos bandos. La provincia de la jurisdicción de Úbeda se extendía desde Torres de Acún (Granada) hasta Santisteban del Puerto, pasando por Albánchez de Úbeda, Huesa y Canena, y a mitad del s. XVI también incluía en su Partido jurisdiccional a las villas de Cabra del Santo Cristo, Jimena, Quesada, Peal, Sabiote y Torreperogil.
Este cúmulo de factores (situación geográfica y consiguiente dominio de vías de comunicación, su extensa y rica jurisdicción, gran alfoz y presencia de una nobleza cada vez más poderosa) sentó las bases a lo largo de los siglos XIV y XV del esplendor de la Úbeda del siglo XVI. Al finalizar la conquista de Granada, asistimos a un desarrollo económico de la ciudad basado en la agricultura y en una importante ganadería caballar y mesta propia, que fundamenta el periodo de mayor esplendor de la ciudad, siendo muy importante la roturación de bosques y puesta en valor de nuevas tierras. La paz y el desarrollo económico lleva consigo un aumento demográfico, alcanzando la ciudad una población de 18.000 habitantes, siendo una de las más populosas de toda España. Comenzando con Ruy López Dávalos, Condestable de Castilla con Enrique III y Beltrán de la Cueva, valido de Enrique IV, sus nobles encuentran acomodo en altos cargos de la administración imperial. Tras la nobleza ubetense, y las órdenes de caballería, el siguiente gran estamento privilegiado es el clero. La diócesis de Jaén es enormemente rica, su mitra, posiblemente, fuera una de las más ricas de España, y el clero ubetense tenía altos cargos en ella. También hallamos un colectivo de vecinos que han prosperado (judíos o muladíes mayormente) y que genéricamente hubieran sido el germen de una incipiente burguesía. Se trata de profesionales, tales como médicos, sastres, escribanos, boticarios y, naturalmente, un estimable número de mercaderes ricos. Más abajo, existía todo un variado repertorio gremial propio de un núcleo de población rico y expansivo, mención especial al gremio de los pastores y ganaderos. El ejército y la milicia cerraban éste grueso estamento. El tercer estamento era un número basto de labriegos de las tierras de los nobles y pequeños campesinos. Especialmente destacable es el papel de Francisco de los Cobos, secretario del Emperador Carlos I. Con él entra el gusto por el arte en Úbeda, y como si fuera una pequeña corte italiana, de manos del arquitecto Andrés de Vandelvira y sus seguidores, Úbeda se llena de palacios. Su sobrino, Juan Vázquez de Molina, secretario de Estado de Carlos I, y de su hijo, Felipe II, continúa lo iniciado. En toda Úbeda arraigan fuerte las corrientes humanistas del Primer Renacimiento. En 1526 el Emperador Carlos visita la ciudad y jura guardar los privilegios, fueros y mercedes concedidas a Úbeda.
Los siglos XVII y XVIII son de decadencia para la ciudad, inmersa en la crisis general de España, que ve como su pasado esplendor se apaga. La falta de una política proteccionista para la artesanía, las importaciones de la lana de Burgos, la subida de los precios por las malas cosechas, la injusta presión fiscal para las guerras, la corrupción, el poder del Clero, el proceso inflacionista por abundancia de metales, las continuas levas militares, las epidemias, y la emigración a Indias son algunos de los factores que contribuyeron a esa merma. Úbeda perdió hasta el control del tráfico de madera de los robles y pinos del Segura, en favor de comerciantes sevillanos. Todo ello va descapitalizando a la ciudad, agudizando las diferencias sociales e incrementando la miseria de la mayoría. Algunas fechas de los desastres que asolaron la ciudad en esta etapa fueron las pestes de 1585 y 1681 y el terremoto de Lisboa de 1755, que quebranta bastantes casas de la ciudad. Para rematar, la persecución de los "cristianos nuevos" y la expulsión de los moriscos en 1609 va a ser seriamente lamentado por el Concejo, por el impacto económico al perder su más valioso tejido económico. La cruda decadencia se hace manifiesta a partir de 1700 con la larga Guerra de Sucesión. Los vecinos de Úbeda vivirán la Guerra de Sucesión con intensidad creciente. Sus aportaciones en caballos, armas, municiones, dinero o tropas son continuas, resultando difícil en ocasiones comprender de dónde provienen tales fuerzas en un pueblo debilitado por el hambre y la enfermedad. Tal fue la presión impositiva y la injusticia al quedar exentas las clases poderosas, que la población hambrienta se amotinó el 19 de marzo de 1706, contra los cobradores de las rentas reales. Como consecuencia de la guerra, Úbeda se empobreció en extremo y aumentó la conflictividad a límites desconocidos. El concejo tuvo que vender sus mejores fincas de propios para afrontar urgentes pagos de milicias. Sin duda hubo recesión demográfica, al coincidir la guerra con crisis de hambre y enfermedades generalizadas. En estos años, muchas villas de su territorio se independizan. Se puede concluir, que Úbeda sufre uno de los peores momentos de su historia, sólo tocando fondo hacia 1735. Pero el mal en Úbeda y otros lugares estaba hecho, y era difícil dar marcha atrás al reloj de la Historia. Posteriormente, con la guerra de la independencia española, durante la que los franceses permanecen entre 1810 y 1813 en la ciudad, se trunca la recuperación, las penalidades vuelven, se ocasionan saqueos y grandes perjuicios económicos. La situación llevó a Úbeda a un estado de "ruina económica", que la había conducido a extremos tales como la absoluta carencia de ganados para laborear el campo, de semillas para efectuar la siembra y aún de los medios más precisos para la subsistencia de la población. Las desamortizaciones eclesiásticas de 1820 y 1836, supondrían que todos los conventos de la ciudad (con excepción de Santa Clara y las Carmelitas) fueran expropiados y vendidos en subasta pública. Ello significaría la total transformación de espacios urbanos de la ciudad, cambiando de uso algunos de estos edificios para albergar colegios, cuarteles, cárceles, etcétera y, en el peor de los casos, que fueran demolidos sus viejos inmuebles por amenaza de ruina. En suma, la ciudad vo vuelve a recuperarse hasta finales del siglo XIX; es cuando comenzó a experimentar un pequeño resurgir con la mejora en avances técnicos, que llegan con retraso a la ciudad, que sigue siendo un medio rural no afectado apenas por la revolución industrial y cada vez más alejado de los centros de poder. Úbeda continúa una larga existencia anodina, y sus palacios ya vacíos de lujos, permanecen abandonados.Quedaban aún por sufrir los efectos de las guerras carlistas y las sucesivas revoluciones liberales que convulsionaron la vida de la ciudad. Las bases del liberalismo en Úbeda se basan en el predominio en la política de los grandes propietarios agrarios, y se instaura el caciquismo y el falseamiento electoral. A finales del XIX la pequeña burguesía con algunos terratenientes ubetenses hacen renacer la actividad en la ciudad gracias a la agricultura y la industria. Durante los años 20 del siglo XX, la retórica regeneracionista, cuya ambiciosa idea era lanzar a Úbeda a un nuevo Renacimiento, pone en práctica numerosos proyectos de reformas y mejoras en la ciudad. En éstos años, se extiende la educación y los servicios básicos. Durante la Guerra civil, la violencia, represión y venganza política sumieron a Úbeda en una larga fase de depresión. La ciudad no fue frente de guerra, pero sufrió las sacas de presos de uno y otro bando. Así, empezó en la noche del 30 al 31 de julio de 1936, cuando las milicias republicanas sacaron a los presos políticos que, en número de 47 se encontraban en la cárcel de Partido, y los asesinaron. La posguerra es aún recordada por sus contemporáneos como "los años del hambre". Durante los años 60 y 70, la industria local tiene un fuerte repunte gracias al tirón desarrollista, pero insuficiente para absorber el fuerte incremento de población, avocada a la emigración. Lentamente, la que fue la Florencia de la Alta Andalucía, va a ir alcanzando el lugar actual como referente provincial, cabecera de la comarca y como un centro de industria y servicios a nivel regional de importancia creciente. El 3 de julio de 2003 es nombrada, junto con su vecina Baeza, Patrimonio de la Humanidad.

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